19/3/09

Mundos interiores (1)

Un leve halo de luz de atardecer se cuela por la ventana de la habitación de mi hermano (en la mía no tengo sitio ni en broma para el ordenador, la tengo a tope). Me recuerda a la luz de las iglesias góticas, ese ambiente de misterio en el que supuestamente el feligrés entra en comunión con Dios a base de crear espacios sobrenaturales, todo lo contrario que la cotidiana luz del día que entra y sale todos los días de nuestras vidas y que no es muy dada al trance.

La luz lo es todo. Que se lo digan a Caravaggio. O a Rembrandt.

Recuerdo la primera vez que pisé la catedral de Milán, entrando por la puerta lateral izquierda y descubriendo un mundo interior misterioso y extraño. Lástima de los focos de la nave central. Ojalá sólo entrara la luz de las vidrieras, que tan poco es que sea un río de luz. No es precisamente Milán una ciudad que se "ilumine" con facilidad.

Hay un segundo mundo interior. Éste se encuentra en los tejados. Subir al tejado del duomo es toda una experiencia. Bajo el manto protector de la Madonnina, descubres un bosque de pináculos, arbotantes, figuras escultóricas....turistas..........(qué se le va a hacer, de hecho, yo también soy uno de ellos). Toda superficie elevada es por fuerza un mirador, pero fíjate tú que el duomo va a ser una excepción. Las maravillas están hacia dentro. Hacia fuera sólo vislumbras el estadio de San Siro y esa colosal y descabellada idea que es la Torre Velasca, es decir, poca cosa.

Por cierto, en Milán hay una ley no escrita que dictamina que no se puede construir por encima de la madonnina. Claro está, dicha ley se ha violado. Es Italia vale?. La Torre Pirelli goza de vistas más altas que esa pequeña virgen que vela por los milaneses (lo de pequeña es a simple vista, pues mide dos metros).

Por cierto, no hay nadie que me ofrezca un trabajo de periodista de viajes?.Ni tan siquiera un simple reportaje sobre Milán?. O mejor, sobre la Lombardía?.

P.D. Sí, conozco más cosas que Italia. La próxima vez hablaré sobre la deliciosa, pura y virginal iglesia de San Miguel de Munich, o cómo hacer de un bello espacio arquitectónico un mundo más bello si cabe gracias a la luz. Sin palabras.

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