13/8/10

Vacaciones en el mar


¿Cómo era la canción de vacaciones en el mar? Love.....lalalalala

An fría fría

Acostumbrado a las playas asturianas, más asalvajadas, menos populosas y más sosas, he alucinado con las playas malagueñas. Salvo de pequeño, cuando estuve de vacaciones algún año en Puerto Banús o en La Manga, siempre me he movido en playas asturianas. Este año ha sido diferente, puesto que mi pareja y yo nos hemos decantado por la Costa del Sol.

Y alucinas. La playa es como un gran centro comercial. Un entretenimiento puro y duro. Yo, que me paso gran parte del tiempo en la playa tostándome al sol tumbado en la toalla, en esta ocasión estaba todo el rato sentado, mirando a un lado y a otro y riéndome mogollón. Además de rajar de la gente, deporte que ya practico cada mañana en los desayunos en el trabajo, ver a los frikazos de los vendedores de refrescos era la leche. Vaya personajes, los cuales salen hasta en youtube. Ahora cualquiera tiene sus 15 minutos de fama gracias a las nuevas tecnologías y los canales como youtube, pero esta gente lo merece.

Lo dicho, todo un entretenimiento.

Un esbozo vacacional

De pequeño, cuando volvías de vacaciones lo hacías entre lágrimas y sollozos. Se acababa lo bueno. Años más tarde, unos cuantos años más tarde, me vuelve a suceder lo mismo. He estado tan a gusto en Málaga que he regresado a Madrid con tristeza y nostalgia. En fin, es lo que hay. Al fin y al cabo se valoran las cosas de ese modo, entre otras razones, porque algún día se acaba. Así que ya toca pensar en las vacaciones del año próximo.

En Málaga he sentido la ligereza. Me he sentido como una pluma. Mi cuerpo está ligero como el aire, fruto de la combinación de pareja, playa, sol, espetos y moreno estupendo.

A todo ello, he regresado por tercera vez a Milán y me he vuelto a sentir como en casa. Es curioso como me hace sentir esta ciudad, puesto que cuando vas al extranjero te sientes ajeno al escenario en que te mueves y andas con espíritu aventurero tratando de indagar qué tiene esa tierra extraña en la que te vas a desembolver durante unos días. En Milán, nada me es ajeno, aunque de facto lo sea. Me siento como en casa. Andar por Via Dante en dirección al castillo, perderme por corso Vittorio Emanuelle enfrascado en los escaparates que lucen a derecha e izquierda, etc.

Mi visita milanesa fue complementada con una excursión a Bérgamo. Muy recomendable. Una ciudad dividida en dos alturas, dos partes, dos mundos, dos dimensiones. La cittá alta es el casco antiguo y el arquitecto de la cittá bassa tuvo la genial idea de abrir un espacio en forma de gran avenida que corta transversalmente esa parte baja de la ciudad para que cuando llegues a ella (en tren), lo primero que veas sea la silueta de fondo de la cittá alta sin obstáculo alguno, panorámica dominada por las varias torres que discurren la colina, la cual aguarda grandes tesoros y sorpresas.

¿Y ahora? Se acabó momentáneamente lo bueno. Sin embargo, mi espíritu viajero sigue en forma y mi cuerpo me pide más. Ahora será turno de escapadas. Se admiten sugerencias.