12/1/09

Plan de una semana perfecta

Mi cuerpo y mi mente me piden empezar la semana sentándome en una terraza de Milán en Via Dante mientras repaso uno de los libros de arte adquiridos en la librería Rizzoli de la galería Vittorio Emmanuelle y degusto un excelente capuccino, todo ello con el perfil de la torre de la fachada del Castello Sforzesco a lo lejos.

Repito la escena en Viena el día después, tomándome otro capuccino en Graben, en una terraza situada en las cercanías de esa maravillosa iglesia barroca que es Peterskirche, mientras echo un vistazo a los productos delicatessen adquiridos en Julius Meinl y termino de decidirme, al mismo tiempo, si irme a comer un wiener schnitzel con kartoffensalat en aquel restaurante que hace esquina en Albertina Platz y que no recuerdo su nombre (mira que olvidarme mi moleskine...)

Al día siguiente, me acerco, nada más amanecer y arreglarme, a ese pequeño café situado en la via proconsolo de Florencia, para tomar ese irrepetible zumo de naranja y pedir que me envuelvan unos panini para comerlos después sentados en el césped de los jardines del bóboli. Así, podré coger fuerzas para subir a piazzale michelangelo y ver la silueta de la Santa Croce, del Duomo, de la Signoria y del Ponte Vecchio desde el mejor mirador (que yo conozca al menos) de la ciudad.

Ya el jueves, me encamino a ese pueblo costero que parece sacado de un cuento, que se encuentra en plena isla de Lanzarote, llamado Arrieta. Me tomo un café y examino de forma concienzuda mi equipo fotográfico, porque me esperan más adelante esas maravillosas vistas de la isla de la graciosa desde el Mirador del Río y hay que estar preparado.

Al siguiente día, me decido por ir a tomarme una cerveza al Irish Rover de Salamanca, con su decoración que asemeja un teatro. La cerveza entra sola mientras repaso las fotografías hechas en la universidad y en la plaza mayor y me recuerdo a mí mismo sentado en un banco del jardín de Calixto y Melibea dejándome llevar por el aire que corta el aliento y mece a los cipreses que ocultan la cara de la catedral.

Llegado el sábado, mis sentidos enloquecen al ver las estanterías llenas de chocolate de diferentes clases en Le Corné Port Royal, en las Galerías Saint Hubert de Bruselas. La bolsa, repleta de cajas de chocolate, se encamina hacia esa calle repleta de restaurantes italianos y griegos. ¿Cúal escogeré hoy?. Con el estómago lleno me encamino a ver si han vestido hoy y de qué al manneken pis, antes de sentarme relajadamente en una terraza para tomar una cerveza. La comanda la toma un español, que rápidamente, sin decir yo nada, ha calado mi porte ibérico y me da a elegir entre una selección inacabable de cervezas. Esta noche tomaré Grimbergen.

Y al séptimo día, para acabar la semana, me planto en Salinas a descansar. Tras una "durísima" jornada de playa, mi bolsa de pipas y yo dan un paseo por la playa, antes de ir a tomar una pizza a La Trattoria e ir a tomar algo a La Luna, desde donde mis sentidos volarán a ese cielo infinito de estrellas que cubren con su manto el mar. Ese mar que se esconde a la vista, pero no al resto de mis sentidos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y yo me voy contigo