4/9/09

Un idealista

Haces gala de sencillez día a día. La pregonas, la predicas, la exaltas. Quitas los envoltorios de problemas que no lo son tanto y te queda ese algo puro y genuino, normalmente llamado amor, creyendo que con eso basta. Pero no depende de tí. La sencillez en un mundo tan complejo es una utopía, una idealización, una ingenuidad, una absoluta certeza de tu falta de comprensión sobre el mundo, sobre cómo funciona y rueda. Te sientes frustrado porque aquello en lo que crees y consideras que es mejor, no es más que un espejismo en medio de un desierto de dudas. Aquello que pretendes ver, nunca se ve. Y, sin embargo, te da la sensación de palparlo cada día.

Supongo que me tengo que adaptar y supongo que tengo que seguir siendo yo mismo. Por lo menos, aunque el camino sea más complicado, reconocerme a mí mismo. En el momento en que uno deja de reconocerse a sí mismo pierde todo contacto con la realidad. Yo quiero seguir con los pies en el suelo. El camino se andará, los pasos son más complicados, más empinados, más indirectos, más incómodos. Nadie dijo que sería fácil, pero siempre se sucumbe ante la idea de que todo va a salir rodado.

Sigo en el camino porque creo en él, porque al fondo del mismo está mi futuro y porque sé que realmente todo es hermoso, aunque haya días en que la hermosura se vuelve negra y espesa, fea e insípida.

Pero estoy convencido y soy optimista. Sí, soy un idealista.

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