16/8/09

Una de carreras

Lo cierto es que no tengo problemas para desenvolverme en los aeropuertos, eso sí, acostumbro a llegar con bastante antelación para evitar problemas y tener margen de tiempo y error por si algo sucede. Los aeropuertos son lugares de mucho trasiego pero que no te comen. Ahora bien, como pase algo, reza lo que sepas.

Sin embargo, a veces, incluso siendo muy previsor, acabas echando carreras por los aeropuertos, con la cara desconyuntada por el esfuerzo y el cabreo. Menos mal que la gente no mira, las carreras por los pasillos de los aeropuertos son una escena más del hábitat aeropuertuario y no merecen miradas interrogantes ajenas.

No son ni las cuatro (embarco a las cinco y media) y ya estoy en el autochecking, paso el control sin problemas y me bajo. Me siento a escuchar música en mi ipod, me encuentro con una tía mía que se va a Ibiza y nos tomamos un café juntos. Luego voy al panel para ver mi puerta de embarque y espero un buen rato a que salga. K83. Allá voy. Llego a la puerta y en la pantalla no pone nada. ¿A que ya me la han cambiado?. Vuelvo un poco sobre mis pasos y miro el primer panel que encuentro. Asturias M29. "Me cago en sus muertos".

Ahí va la primera carrera en dirección a la T4 satélite. Me bajo, cojo el tren. Aún faltan quince minutos para embarcar, pero la primera carrera es maja. Llego a la T4S, salgo del tren, voy hacia el área M, subo unos escaleras y compruebo el panel. Asturias nueva puerta, K78. "Me cago en sus muertos y en sus descendientes". De nuevo que me voy para la terminal principal. Mi cabreo aumenta cuando para poder llegar al tren para que me lleve de vuelta, tengo que volver a pasar un control de seguridad. ¿Qué?, ¿cómo?. Pero si estoy dentro del aeropuerto, si para llegar a ese punto he tenido que pasar ese mismo control. Muestro mi extrañeza a la tipa que me pide mi tarjeta de embarque. Y otra vez la bandejita. Paso el control y cojo el ascensor (las escaleras ya me sobran). Aprovecho el paréntesis en la carrera para ponerme de nuevo el cinturón. Y otra carrera. Y por fin llego. Y encima 20 minutos de retraso. Y yo con la lengua fuera. Y pienso, "ahora entro en el avión y pido una mini coca cola que me va a costar casi tres euros?". Y una mierda para ellos, para Iberia y para AENA.

Viaje de vuelta. El aeropuerto de Asturias es muy pequeñín. No hay mangos ni zaras, ni mcdonalds ni starbucks. Así que la hora de retraso que lleva mi vuelo se pasa entre bostezos y cambios de postura en la silla. Pero bueno, pasable. Ahora bien, llego a Madrid y me paso 40 minutos esperando a que salga la maldita maleta. Ya no sólo la mía, sino la de los cuatro gatos que esperan como yo a que la cinta empiece a andar de una vez por todas. Para cuatro maletas (la mayoría del pasaje enlazaba con otros vuelos), 40 minutos, genial......

Los aeropuertos dan para muchas anécdotas, la mayoría de ellas negativas. Y lo que es muy singular, ninguna de ellas te produce la risa con el paso del tiempo. Muchas veces nos suceden cosas desagradables que, con el tiempo, se ven con otra perspectiva y nos reímos. Pero las anécdotas en los aeropuertos no provocan la risa, ni en el momento ni con los años.

Sigo viajando en los aviones, porque me encantan desde pequeño. Pero hay que ser masoquista, lo reconozco.

1 comentario:

Un pedacito de mí dijo...

Pablo, más harta que yo de los aeropuertos creo que no hay nadie...cada mes me toca ese numerito, pero en la T1, que no puede estar más anticuada.
:) ánimo!