17/4/10

Grand Tour

Como siempre, las tiendas de los museos deparan sorpresas. La última "El Viaje a Italia: Historia de una gran tradición cultural", de Attilio Brilli, adquirido en mi última visita al Prado.

Allá por el siglo XVII, se dio aquello que conocemos como el Grand Tour, familias bien británicas dadas a la vida contemplativa y a los placeres, que añadían en su formación toda una lección magistral práctica en la propia Italia para el estudio in situ de su arte e historia. Dicho grand tour era un viaje para unos pocos privilegiados e ilustrados y se tiraban meses y meses en Italia, recorriendo el país de arriba a abajo. El Grand Tour es el antecesor del turismo de hoy en día, aunque su esencia ha cambiado mucho, víctima de la igualdad de la sociedad, el auge de las clases medias y las posibilidades de comunicación que ofrece el mundo en la actualidad.

En aquellos viajes del XVII, se viajaba por algo. Se viajaba para formarse. Qué es viajar sino una experiencia de aprendizaje para comprender y conocer mejor el mundo en el que vivimos, nuestro entorno, los que nos rodean y nosotros mismos. Qué es viajar sino el mejor instrumento, junto con la lectura, para conocer de verdad la diversidad que nos ofrece el mundo. Y qué intención esconde viajar sino ser simple y llanamente mejor persona.

Hoy en día, viajar es un mero pasatiempo. Yo estuve en Venecia, pero no sé lo que vi, ni traté de averiguar lo que vi. Veni , vidi, vinci. Venir, ver y vencer. Y a otra cosa mariposa. Eso no.

Ahora, viajar es un visto y no visto. En la época del grand tour eran meses, por lo que se podía sacar mucho, y mejor, jugo al viaje. Evidentemente, el mundo ha cambiado y es imposible hacer algo parecido, salvo que te cojas un año sabático. Y, con todo, sería diferente. Los viajeros del Grand Tour eran únicos, pues hacían algo reservado para privilegiados, por lo que no se encontraban con grandes hordas de turistas. Viajaban despacio, contemplando no solo el destino, sino también el trayecto. Sin prisas, pues no habían reservado una habitación en el hotel x para el día x, ni tenían que coger tal y cual avión y merodear por aeropuertos. Sería una gozada poder hacer un viaje de ese tipo y con la intimidad y tranquilidad de entonces.

Yo mismo soy víctima de las prisas. Me falta ese punto de paciencia para disfrutar bien de los lugares que visito, pues el ritmo del mundo en que vivo me priva de la calma necesaria. Soy víctima de un determinismo social que afecta al modo en que uno vive hoy las cosas. Voy a ver si leyendo a Brilli me vuelvo más pausado, que Italia lo merece y siquiera un mero pestañeo es un gran sacrilegio.

Por cierto, para lectura sobre Italia, conviene hacerse un mix de Lord Byron, Indro Montanelli, Las Vidas de Vasari, Stendhal, Jacob Burhardt, la biografía de Leonardo da Vinci de Charles Nicoll, la Historia de Venecia de John Julius Norwich (los dos libros), aprovechar las ofertas de los libros de Taschen sobre el tema y protagonistas, etc.

Ahora mismo tengo lectura para un año, y me queda la Feria del Libro dentro de un mes. Y lo que vea, salga o encuentre por ahí.

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